Cuidar al cuidador


El Autocuidado del Cuidador:

Este artículo esta dirigido específicamente al cuidador, a su salud, felicidad y bienestar; a la importancia de sus cuidados.

Es un resumen de varios artículos muy interesantes que he sacado, luego resumido y adaptado con mis palabras de una página web muy recomendable, te dejo el enlace por si la quieres visitar.

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Ser cuidador

La entrega que muchos cuidadores realizan a los cuidados de su familiar con dependencia les lleva en ocasiones a asumir situaciones y riesgos excesivos que poco juegan en favor de su bienestar y del éxito en los cuidados. Estas situaciones y riesgos suelen concretarse en:
  • Asumir una carga de tareas y responsabilidades excesiva, por encima de sus capacidades.
  • No aprovechar toda la ayuda disponible.
  • Realizar acciones y tomar decisiones que juegan en contra de su estado de salud y bienestar.
  • No realizar acciones en favor de su estado de salud y bienestar, especialmente las referidas a la prevención de enfermedades.
  • Descuidar las acciones y las estrategias a adoptar a medio y largo plazo.
  • Restar tiempo de descanso por atender las necesidades de nuestro familiar.
  • Descuidar la alimentación.
  • No practicar ejercicio.
  • Descuidar y restar importancia a los problemas de salud que podamos tener.

Los cuidados que nos proveemos a nosotros mismos son tan importantes como los cuidados que nuestro familiar necesita. De hecho, y como venimos repitiendo en esta Guía, cuidar de nosotros mismos es la mejor manera de estar preparado y obtener y mejorar nuestras capacidades para cuidar apropiadamente de las necesidades de nuestro familiar.

Al cuidar de nosotros mismos es a lo que llamamos el AUTOCUIDADO…

A la hora de comprender y tomar una actitud activa ante el autocuidado, debemos tener en cuenta:
  • Cuidar de nosotros mismos es cuidar mejor de nuestro familiar.
  • El mayor valor y apoyo que tiene nuestro familiar con dependencia son sus cuidadores.
  • Nadie mejor que nosotros sabe cómo nos sentimos y qué es lo que nos sucede. Por ello, somos el agente principal de nuestro cuidado.
  • Pero no podemos hacerlo solos. Cuidarnos a nosotros mismos implica aceptar toda la ayuda que tengamos disponible.
  • Delegar tareas y responsabilidades en los cuidados a nuestro familiar nos ayuda y asimismo, permite que otros familiares y amigos se sientan protagonistas del cuidado de un ser querido.
  • Si cuidamos a nuestro familiar porque le queremos, cuidémonos a nosotros mismos, ya que también nos queremos.
  • Tenemos nuestras limitaciones. Conocerlas y asumirlas nos librará de malos momentos y frustraciones.
  • A veces hay que poner límites a los cuidados que prestamos.
  • La prevención de enfermedades y la promoción de nuestra salud son armas muy importantes que tenemos en nuestra mano.

Samuel Perez Cepeda con su madre
El Autocuidado nos permitirá:
  • Encontrarnos en mejor disposición física y mental para realizar las tareas del cuidado.
  • Tener fortaleza y capacidad para afrontar los muchos problemas supone cuidar a un familiar.
  • Realizar los esfuerzos físicos y emocionales que precisan algunas tareas.
  • Tener sensación de control de nuestra vida y realidad cotidiana.
  • Tener elevadas dotes resolutivas.
  • Mantener un estado de serenidad y bienestar en todo momento.

Sin embargo, es posible que encontremos muchas barreras para cuidar de nosotros mismos. Uno de los principales obstáculos serán las creencias o pensamientos erróneos.

Estos son algunos de los pensamientos equivocados que podrán aparecer durante los cuidados con respecto a cuidar de nosotros mismos:
  • Es egoísta cuidar de mí mismo y atender mis necesidades.
  • No me hace falta pedir ayuda para cuidar. Yo puedo con todo.
  • Yo soy el único responsable del bienestar de mi familiar con dependencia.
  • Si yo no hago las tareas que hay que hacer, nadie las hará.
  • Nadie cuida tan bien de mi familiar como yo mismo.

Estos pensamientos son erróneos e inadecuados por los siguientes motivos:
  • No es egoísta cuidar de uno mismo. Cuidarse significa también cuidar mejor a nuestro familiar y no comprometer nuestro futuro a las consecuencias problemáticas que implican las tareas propias de los cuidadores.
  • El cuidador principal no tiene por qué enfrentar solo a todos los problemas que aparecerán como consecuencia de los cuidados al familiar. Nadie es un superhombre o súper mujer y toda la ayuda que podamos aprovechar sólo conllevará beneficios para todos los implicados en un contexto de cuidados.
  • Una carga excesiva de responsabilidades no es saludable ni asumible a largo plazo. Distribuir las responsabilidades sobre todos los aspectos que implica cuidar a un familiar es necesario y positivo.
  • A buen seguro el bienestar de su familiar en situación de dependencia le importan a mucha gente. Seguramente, estas personas estén felices de ayudarle en los cuidados y sentirse también protagonistas del bienestar de su familiar.

Evaluar nuestros pensamientos y creencias y confrontarlos con la realidad puede ser una buena herramienta para comprobar si estamos en la mejor situación para abordar el cuidar de nuestro familiar y de nosotros mismos.

Pedir Ayuda
Toda ayuda que el cuidador pueda recibir es necesaria. Ya sea ayuda en los cuidados de nuestro familiar como apoyo dirigido a los propios cuidadores, ambas tienen un enorme valor y son un elemento esencial para lograr una situación de cuidados exitosa. Existen multitud de fuentes y recursos para lograr ayudas y apoyos, ya sea de forma profesional como informal.

Las ayudas más comunes a las que podemos acceder son:
  • Ayuda de familiares o amigos.
  • Ayudas profesionales dirigidas a atender a nuestro familiar que alivian nuestra carga.
  • Ayudas profesionales dirigidas específicamente al apoyo de cuidadores y sus necesidades.
  • Ayudas técnicas y adaptaciones en el hogar. Como las que exponemos en este catálogo-blog-talleres…
  • Nuevas tecnologías y domótica.
  • En una asociación con tus mismos retos, problemática;

Los beneficios que se derivan de aceptar y buscar ayudas y apoyos son muy elevados para el cuidador y su familiar. A la obvia liberación de la carga de cuidados, se le une la distribución de las responsabilidades del cuidado, algo que quizás familiares y amigos agradezcan, pues ellos también se interesan por el estado y bienestar del familiar.

La ayuda profesional, por su parte, garantiza unos cuidados y atenciones de calidad, logrando que las necesidades de nuestro familiar se vean satisfechas mediante acciones e intervenciones plenamente indicadas para la patología concreta que presenta la persona en situación de dependencia y sus necesidades particulares.

Cuando hablamos especialmente de la ayuda de familiares y amigos no es poco común que muchos cuidadores las rechacen. Las causas son varias, como hemos visto. Estos son algunos de los motivos para rechazar o no aprovechar las ayudas a las que podemos acceder:
  • No deseamos trasladar la carga que suponen los cuidados a otras personas
  • Pensamos que nadie va a cuidar de nuestro familiar tan bien y con la dedicación con la que nosotros lo hacemos.
  • Sentimos que pedir y aceptar ayuda es un signo de debilidad que no queremos mostrar.

Es importante contrastar estos pensamientos y opiniones con las necesidades reales que presenta el familiar con dependencia y nosotros, los cuidadores.

A la hora de pedir ayuda recomendamos seguir estos consejos y tener en cuenta los siguientes aspectos:
  • Expresar claramente nuestras necesidades a quien le solicitamos ayuda.
  • Recuerde que, excepto en los servicios que por derecho le corresponden y en las asociaciones que están obligadas a prestarle ayuda, nadie está obligado a prestarla. Acepte un no con naturalidad, ya que es una posibilidad.
  • Debemos usar nuestras habilidades de comunicación a la hora de pedir ayuda: empalizar con la persona a la que se la solicitamos, no mostrar inhibición o inseguridad, explicar claramente lo que deseamos de esa persona y por qué lo deseamos, etc.
  • Ante una respuesta negativa, no insistir pidiendo de nuevo la ayuda.
  • Recordar que solicitar no es exigir.
  • Recibir ayuda no implica que estemos en deuda con la persona que nos apoya.
  • Cuando acordamos que alguien nos va a ayudar, definir claramente el contenido de esa ayuda: grado de implicación, tiempo invertido y qué responsabilidades se aceptan.

Optimizar las ayudas de las que podemos disponer nos permitirá hacer un buen uso de ellas y extraer lo mejor de la nueva situación:
  • Identifiquemos qué es lo que nuestro familiar puede hacer por sí mismo. En función del grado de dependencia de él o ella podrá efectuar algunas tareas sin necesidad de nuestro apoyo. Asimismo, mantener y potenciar su autonomía es uno de nuestros principales deberes como cuidadores.
  • En el plan de cuidados podemos identificar quién y cuándo puede ayudarnos a realizar tareas de forma aislada. En la evaluación y reelaboración del plan podremos ajustar éste a la ayuda que logremos obtener.
  • Dependiendo del grado de dependencia del familiar y de sus dificultades concretas existen ayudas públicas que suponen un derecho que podemos y debemos ejercer. Infórmese sobre ellas.
  • El catálogo de servicios privados dirigidos a la dependencia es elevado. Vea cuáles de ellos se adaptan a sus necesidades y posibilidades.
  • Las organizaciones de cuidadores, personas con dependencia o afectados son uno de los mayores valores y recursos de ayuda. Diríjase a ellos.
  • No olvide que en España existen muchos cuidadores de personas con dependencia. Ellos pueden ser de mucha ayuda para compartir experiencias y conocimientos, para desahogar nuestras emociones, etc.
  • Sus familiares y amigos a buen seguro desearán ayudarnos. No vacile en expresar sus sentimientos y necesidades con ellos.
  • Existen multitud de productos de apoyo que nos pueden facilitar las tareas de cuidado. Se pueden adquirir o solicitar su cesión gratuita. Infórmese también. 

El aislamiento

Otro de los problemas que comúnmente afectan a los cuidadores es la falta de contactos sociales y el aislamiento.

Los motivos para ello pueden parecer obvios: el tiempo que nos exigen los cuidados nos resta tiempo para pasar con familiares y amigos y salir de casa; el cansancio que nos producen los cuidados nos lleva a permanecer en casa en nuestros ratos libres; las preocupaciones pueden quitarnos las ganas de salir de casa y relacionarnos, tener proyectos personales, laborales, etc.

Sin embargo es frecuente que existan además otras razones por las que los cuidadores se aíslan que tienen que ver con los pensamientos erróneos:
  • Sentimos culpabilidad por disfrutar de las relaciones sociales
  • Sentimos culpabilidad por no estar cuidando de nuestro familiar si estamos relacionándonos con amistades.
  • No queremos ser una preocupación ni una molestia para nuestros amigos y familiares contándoles nuestros problemas.

El aislamiento, ya sea provocado por una manifiesta carencia de tiempo o por una decisión consciente derivada de pensamientos inadecuados, nos priva de una de las necesidades esenciales de toda persona: la compañía de los demás y el disfrute de las amistades. Del mismo modo, es en nuestra condición de cuidadores cuanto más necesitamos del apoyo de los demás y de la gratificación de la compañía y afectos sociales.

Las relaciones sociales son esenciales para mantener un grado suficiente de bienestar, para lograr un buen estado de salud, para disfrutar y aprovechar el tiempo libre, para desarrollarnos como personas y para dar y recibir afectos.

Podemos identificar que nos relacionamos menos de lo que lo deseamos o, por debajo de nuestro grado de necesidad si experimentamos estos pensamientos:
  • Tengo ganas de pasar tiempo con amigos y familiares pero no me apetece salir de casa para ello.
  • Hace más tiempo que no veo a mis familiares y amigos del que era habitual.
  • Salir y disfrutar de las relaciones sociales me genera sentimientos de culpabilidad.
  • No quiero ver a la gente porque ellos no tienen por qué escuchar mis problemas.
Considerando las dificultades que encuentran los cuidadores para relacionarse socialmente en la medida en que lo hacían antes de adoptar este rol, el descenso en la frecuencia de actividades sociales no es un hecho por el que el cuidador deba sentir culpabilidad. Al contrario, debe ser consciente de lo necesarias que son éstas y que el aislamiento es un generador de problemas y dificultades que poco ayudan a que seamos mejores cuidadores.

Es el propio cuidador quien debe tomar conciencia de lo necesarias que son las relaciones sociales. Si no puede relacionarse todo lo que le gustaría o, si se relaciona menos que antes de convertirse en cuidador, piense y recuerde en lo gratificante que le suponían las relaciones sociales cuando las disfrutaba plenamente.

Ante una manifiesta falta de tiempo para relacionarnos en la forma en que lo hacíamos antes de convertirnos en cuidadores, pero comprendiendo la necesidad de relacionarnos socialmente, es aconsejable optimizar el tiempo que dedicamos a las relaciones sociales. Una buena forma de optimizar las relaciones es centrarnos especialmente en aquellas que nos resultan más satisfactorias.

Las relaciones sociales satisfactorias se caracterizan por:
  • Nos proporcionan diversión y entretenimiento.
  • Son las que implican a personas que nos comprenden y que empatizan con nosotros y nuestra situación.
  • Suponen un canal de apoyo y desahogo emocional.
  • Significan un alivio a la carga de los cuidados.
  • Favorecen nuestro bienestar emocional.
  • Nos permiten dar y recibir afectos.

Cuando el déficit en nuestras relaciones es provocado por pensamientos erróneos como los que hemos enumerado o, simplemente, no nos relacionamos porque nuestro estado de ánimo es bajo y ello nos supone un esfuerzo, debemos recordar:

  • La salud social es una parte esencial de nuestro estado de salud. No podemos tener un estado de salud bueno si descuidamos la parte social.
  • Cuidarnos a nosotros mismos significa cuidar mejor de nuestro familiar. Relacionarnos socialmente de forma satisfactoria es uno de los mejores apoyos para nuestro propio cuidado.

Igualmente, recordar que a la hora de establecer y elaborar el Plan de Cuidados, es conveniente optimizar la frecuencia y los tiempos de las tareas de cuidado para que, el mismo plan, refleje los momentos en los que podremos hacer uso del tiempo libre que podamos dedicar a estar con compañía.

Poner límites a los cuidados

Cuantos mayores son las exigencias y la carga de los cuidados, más necesario resulta dibujar la línea que separa cuidar adecuadamente de un familiar de prestar los cuidados comprometiendo con ello nuestra salud y nuestro futuro.

En ocasiones, los cuidadores comienzan a establecer límites a los cuidados cuando la carga es elevada y ya han aparecido algunos de los problemas y consecuencias negativas del cuidado que hemos visto: estrés, problemas emocionales, problemas de salud, aislamiento, etc.

Por ello es recomendable fijar límites a los cuidados que vamos a proveer desde el primer momento, evaluando nuestra capacidad de esfuerzo y de soportar la carga que, prevemos, supondrán los cuidados.

Poner estos límites es una parte esencial del autocuidado. Gracias a ello, estaremos en mejores condiciones físicas, y emocionales para asumir las tareas y responsabilidades necesarias, de forma que todo el contexto de cuidados se ve beneficiado: nuestro familiar con dependencia, nosotros los cuidadores y nuestro núcleo familiar y social.

Muchos cuidadores se cargan excesivamente de forma voluntaria por amor al familiar, por celo en su labor, o por otros motivos. No hacemos un favor a nadie soportando una carga excesiva, sino todo lo contrario: nuestras probabilidades de enfermar y de prestar cuidados de peor calidad se ven reforzadas.

Al mismo tiempo que nos planteamos fijar límites a los cuidados, puede suceder que nuestro familiar nos realice demandas excesivas. Estas demandas son excesivas cuando:
  • El familiar con dependencia culpa al cuidador por errores involuntarios
  • Finge encontrarse peor de lo que está
  • No atiende a nuestras propuestas para poner límites
  • Rechaza ayudas (ayudas técnicas, servicios) que faciliten los cuidados
  • Se niega a aportar su dinero para aquellos gastos derivados de cuidarle
  • En ocasiones, maltrata a su cuidador

Consejos para poner límites a los cuidados:
  • Identificar aquellas tareas que puede hacer el familiar por sí mismo
  • Fomentar su autonomía es hacer al familiar con dependencia partícipe y responsable de sus propios cuidados
  • Valorar qué tareas no podemos llevar a cabo o no podemos llevar a cabo sin ayudas
  • Para aquellas tareas que no podamos realizar, hay que sopesar: grado de importancia, qué alternativas existen a estas tareas y quién podría llevarlas a cabo. La respuesta a estas preguntas debe reflejarse en el plan de cuidado.
  • Pedir ayuda y apoyos
  • Mantener a largo plazo las decisiones adoptadas sobre los límites
Cuando los cuidados se convierten en cotidianos, adquirimos costumbres, rutinas y habilidades que nos hacen más llevadera la carga que cuando al comienzo de nuestro rol como cuidadores. Llegado este momento, puede evaluarse de nuevo nuestra capacidad de asumir esfuerzos y responsabilidades y reconfigurar los límites que hemos fijado anteriormente a los cuidados.

Los sentimientos de culpa
Los sentimientos de culpa son muy frecuentes entre los cuidadores, aunque en cada uno de ellos pueden aparecer por motivos distintos.

Podemos tener sentimientos de culpa porque:
  • Creemos que podemos dar más de lo que estamos dando
  • Creemos que nuestro familiar se merece más atenciones de las que prestamos
  • Cuando dedicamos tiempo a nosotros mismos
  • Por decisiones que hayamos adoptado
  • Por querer huir de los cuidados y de nuestro papel como cuidadores
  • Por haber reaccionado mal ante alguna situación
  • Por discusiones y conflictos que hayan sucedido con el familiar cuidado o en el entorno familiar
  • Por descuidar otras obligaciones para prestar los cuidados al familiar
  • Porque nuestro familiar con dependencia nos exige demasiado
El malestar emocional y los problemas de salud son otras consecuencias inmediatas de la culpa. El gasto de energía focalizado en sentimientos de culpabilidad que experimenta una persona con estos sentimientos es muy elevado. Es, efectivamente, un sentimiento muy dañino y destructivo que no nos permite apreciar nuestra calidad y capacidades como cuidadores, no permite ver la mejoría que puede experimentar nuestro familiar como consecuencia de nuestros cuidados y no nos permite sentirnos satisfechos con la labor que estamos realizando.

Consejos para entender y afrontar los sentimientos de culpa:
  • Es recomendable aceptar nuestros sentimientos. Es común que experimentemos culpa y aceptarlo con serenidad es el primer paso para poder realizar modificaciones en las situaciones que nos la provocan.
  • Aceptar la culpa con serenidad implica reconocer que es un sentimiento que no nos hace bien y que puede tener consecuencias en nuestro estado emocional y psicológico.
  • Es recomendable identificar por qué nos sentimos culpables y ante qué situaciones. En ocasiones, la culpa es sólo el envoltorio bajo el que se encuentran multitud de sentimientos más profundos. Conocerlos es conocernos mejor a nosotros mismos y estar más preparados para actuar ante ellos.
  • Preste atención a cómo expresa y experimenta sus responsabilidades con los cuidados. Preste atención cómo emplea las palabras "debo", "podría hacer", "debería hacer", etc. quizás nuestra auto exigencia sea demasiado elevada.
  • Si determinadas situaciones o comportamientos nos generan culpa, debemos ver si podemos modificarlos. Modificarlos implica determinación por mejorar y nos otorgará un mayor grado de control sobre estas situaciones.
  • Contrastar nuestro rol ideal de cuidadores con el cuidador que somos y somos capaces de ser. Quizás nuestro ideal sea inalcanzable.
  • Expresar como nos sentimos es un bálsamo para nuestro estado emocional. Los familiares y amistades son un buen apoyo.
  • Ser comprensivo con uno mismo es importante. En muchas ocasiones somos nuestro pero juez.
  • Si nos resulta imposible vencer los sentimientos de culpa, podemos acudir a un profesional.
Para cualquier duda ya sabéis donde estamos: